Saqué todos mis vestidos y los expuse en mi cama. Cada uno tenía algo bueno y algo malo, recuerdos, rotos, manchas. No había un vestido perfecto que me definiera y embelleciera al mismo tiempo. Me estaba volviendo loca, y Luís decidió por mí. Se tumbó encima de un vestido rosa que me llegaba por encima de las rodillas y que me marcaba la cintura como si fuera una abeja reina. Por los zapatos no me preocupé. Tenía tres pares: unos zapatos de tacón ancho y negros, unas sandalias marrones y unos zapatitos blancos estilo Oxford. Me decanté por esos zapatitos blancos que me gustaban tanto y no había usado más que una o dos veces.
No sé si fueron los nervios o las tazas de café ingeridas, pero salí de casa tarde intentando arreglarme el pelo con un moño imposible de hacer. No sabía qué hacía, o qué pasaba, pero estaba pasando y no lo quería parar. Corrí creándome en los talones unas rozaduras demoníacas mientras intentaba quitarle los pelos de gato al vestido que Luís escogió. Entonces, en la lejanía, vi a Javi encogido en el suelo, recogiendo tulipanes y margaritas del suelo. Y simplemente reí, reí a carcajadas sin tener que explicar por qué, ya que él hizo lo mismo.
- Bonitos zapatos.- me sonrió sin ninguna preocupación.
- Gracias. Bonitas flores.
- No quería tirarlas, eran para ti.. Pero no sé qué ha pasado. Total, que es un desperdicio.
- Para nada. Mírame, estoy.. No sé, no sé cómo estoy. Estaba arreglándome por la calle, y me duelen los pies. Una barbaridad, la verdad. Lo siento por llegar tarde.
- Lo siento yo, por traerte flores que no sirven de nada.
Estuvimos los dos de acuerdo en que el cine sería para otro día. Él recogió las flores y las volvió a un ramo que dejó en un portal. Nos sentamos en un banco del parque con una bolsita de patatas fritas y dos limonadas frescas, en una sombra cercana a la fuente. Hablamos del tiempo y de nuestros gustos y posesiones. Él tenía una bonita colección de películas de Tim Burton y la discografía entera de B. B. King, y yo le descubrí mi lado estrambótico producido por mezclas de Lou Reed y Johnny Cash con Depeche Mode y Foo Fighters. No sé si fueron dos horas o menos, pero me parecieron tan simples y encantadoras que no pude evitar sentirme ridícula por haber esperado una tarde perfectamente calculada con alguien de quien no sabía más que mis ideas. Nos despedimos con un corto abrazo y un "hasta otro día", y ya pensaba en preguntarle cuándo podíamos volver a vernos.
Salí disparada a casa, con unos talones pelados y sal en la comisura de los labios. En mi mano izquierda, un catálogo de electrodomésticos, y en la otra mi teléfono esperando una llamada. No pasaron ni cinco minutos cuando él llamó:
- Hola. No sé si te acuerdas de mí, hace algo menos de diez minutos que nos hemos visto.
- Oh, no sé.. ¿Dani? No, no, no.. ¡Javi!
- Qué rápido olvidas.
- Era una broma, era una broma.
- Ya, tranquila. Este... ¿Cuándo quieres que nos veamos?
- Pues no sé, tendré que mirar qué es lo que hago estos días.
- ¿Estás ahora ocupada?
- ¿Ahora? Bueno, estoy volviendo a casa...
- Pero, ¿lo estás?
- No, bueno.. Solo tengo que darle de comer a mi gato.
- No sé si te parecerá algo loco, pero ¿te puedo acompañar?
- Claro que no, pero no sabes dónde estoy.
- Gírate.
Allí estaba él con una margarita y una gran sonrisa angelical. Me la dio y se le iluminaron los pómulos, que hicieron un efecto en cadena con los míos. Dos sonrisas bobas al mismo tiempo en el mismo lugar que no hicieron más que comenzar.
- No quería parecerte loco, así que simplemente te llamé.
- Bien hecho, ¿no crees?
- Creo que sí.
- La verdad es que, si lo piensas, es algo loco. Pero es algo para recordar. ¿Qué quieres hacer?
- No tengo ni idea. Alimentamos a.. ¿Luís?
Pasamos por casa, y la vio en su máximo esplendor: los platos, sucios; la cama, sin hacer; Luís, acurrucándose en uno de mis vestidos preparado para dormir; tenía ganas de esconderme en el armario y no salir hasta que se fuera. Pero él, ni corto ni perezoso, se hizo hueco entre los escombros de mi sofá y me dijo "vives en una cochiquera igualita a la mía". Me hizo reír como nunca antes había reído, y me hizo prometer que ordenaría más a menudo, por si volvía a tener un caso como este en el que un desconocido tenía que alimentar a mi gato. Mientras él miraba la televisión le di a Luís croquetas de pescado y ternera, ordené mi habitación y limpié dos o tres platos que había en la pica. Cuando terminé, me quité los zapatos y me puse unas sandalias marrones que, aunque no conjuntaban, eran muchísimo más cómodas.
Me senté al lado de Javi y le dije "vámonos", a lo que él contestó "me encantas".